Sideral (entrevista abril 2001)

Venerado como el rey de los platos de Barcelona, Aleix Vergés es, sin ningún género de dudas, el dj con la carrera más dilatada y accidentada del país. Quizá por ello se mueve como pez en el agua en los más diversos estilos, como puede comprobarse en “Sciencie Fiction Sessions”, doble compacto dedicado al techno y al pop. En una entrevista con su amigo y, sin embargo, periodista, Héctor Castells, habla sobre su turbulento pasado y su prometedor presente.

Ni tu puta madre. Ni la suya. Ni la leyenda de un yonqui, ni la de un genio. Ni una cosa, ni la otra. Síntoma de novedad, presunción de cambio, premonición de plástico. Sideral se anticipa. Otra vez. Una selección privilegiada, ubicua y perentoria de techno y de pop electrónico; un disco doble, claro. Jódele. O que te joda. Pero no te lo pierdas. O piérdete.

«Aquello fue una locura, algo que sucede sin que puedas perder el tiempo en buscarle el sentido. Recuerdo los primeros tiempos del Nitsa y flipo. Entonces un Mike Paradinas (aka Muziq) o un Richard D. James (aka Aphex Twin), rompían la pista, eran los hits. Es impensable que hoy cortes como aquellos, tan escurridizos y de tanta calidad, se pinchen a las 4 y media de la madrugada… Y esa fue la magia del principio. Es algo que siempre he dicho: yo crecí a la vez que el público, descubría las canciones a la vez que la gente que estaba en la pista». En 1993 Aleix Vergés era 8 años más joven, no tenía pseudónimo y escribía canciones pop. Apenas tenía vida en las suelas y, sin embargo, despuntaba. Por entonces MurmurTown/La Gloria, una productora modestísima que financiaba a probables talentos, le ofreció que se pusiera tras los platos del Nitsa, el primero, el de la plaza Joaquim Llongueras, en Barcelona. Por aquel entonces la escena electrónica de la ciudad era una madriguera despoblada, casi subterránea, afilada por los clarividentes estiletes de Producciones Animadas, los Jumo… Aleix acababa de ganar el concurso de maquetas Rock de Lux con Peanut Pie, una efímera y pionera banda de pop electrónico. Los Jumo (Sergi Caballero, Enric Les Palau y Ricard Robles, ahora capos del Sónar) la reclutaron para producir su único plástico, “Peanut Pie”. El pop bullía, hacía burbujitas, y Aleix se dedicaba a la obsesiva tarea de revolver cubetas y comprar discos. El Nitsa creció en la punta de sus dedos. Del pop pasó al trance, del trance al techno; de compartir platos con Rotten a hacerlo con Carl Craig; de 50 personas a 600 y de la Plaza Llongueras a la Sala Apolo. El Sónar iba a por la segunda. De pronto, la electrónica planetaria había menstruado. Allí pasó algo.



¿Qué ha cambiado entre el Aleix que se encerró en el estudio para grabar con Peanut Pie y el que lo ha hecho ahora?
Antes estaba despistado, menos centrado y un poco a la expectativa. Trabajaba con un grupo, mezclábamos pop con electrónica y teníamos unos productores supervisando. Todo era demasiado nuevo, y no tenía control sobre lo que estaba haciendo. En cambio, ahora, soy 100% consciente de lo que estoy haciendo: lo hago yo y lo hago tal y como quiero. Aquí nada se me escapa de las manos, ha sido un trabajo hecho a conciencia y con pleno control sobre su factura. He intentado definir un estilo. La etiqueta que siempre se me ha colgado de ecléctico me va bien, de hecho sigo mezclando house, techno, un poco de garage…Sin embargo estoy intentando ubicarme en un estilo en que puedan entrar todos. Pero que no sean tan caóticos.

¿Fuiste un precursor?

Fui precursor en el sentido de popularizar una escena muy underground, que ya existía. No creo que la violara ni la volviera mainstream, pero sí la mostré a un público indie, que era mucho más amplio.

Pero algo tendrías, al menos para ser catalizador…
Es esa casualidad de estar en el momento adecuado en el sitio adecuado. El típico misterio… y yo estaba allí y aproveché el momento. No fue algo que yo buscara deliberadamente. Yo no sabía hacia adónde iba.

Y te convertiste en personaje.

Sí.

Distingue a la persona del personaje.

El personaje es susceptible de la rumorología, de los comentarios de la gente, de la atribución sistemática de cosas…

Y a ti te molaba.

A mí el hecho de ser conocido me despistó bastante. No estaba preparado. No tiene nada que ver con que me molara o no ser conocido: básicamente me despistó.

Nitsa. Fuiste residente, disidente… ¿Qué te dice ahora esa palabra?
Nada. No sé, no me gusta la tendencia a revolverse en el pasado. Ahora… No sé. No me dice nada. Yo ya no tengo nada que ver con eso. Estuvo muy bien mientras duró.

Te fuiste y ¿caíste en el desprestigio?
Sí. Tuve problemillas extra musicales. Me quedé bastante desubicado, bastante descentrado. Después recuperar el prestigio y las credenciales fue costoso. Estuve un año y medio muy perdido. Pero me lo he currado.

Y sin embargo, la prensa especializada no parece haberse enterado de tu presunto resurgir. ¿No te reconocen?
No me han hecho ni puto caso. Sinceramente. En la prensa siguen existiendo manías, chanchullos, envidias… si de una puta vez la prensa no sé da cuenta de que este es un buen disco, de que es exportable, de que es un producto más que digno y de que hay un curro detrás… es que, definitivamente, algo está podrido. Hay mucho mamoneo. Pero bueno, tengo tres o cuatro bolos por semana y las discotecas están llenas.

Las cosas se hacen pasito a pasito o a piñón…
Hombre. De las dos maneras. En el disco, existe un componente de orden, de concepción y de estructura muy trabajada, y, luego una parte en la que me tiro de la moto. No quería que fuera un CD previsible, frígido. Hay una parte más a piñón, dispersa.

Como tú.
Por supuestísimo. Soy yo. Sí.

La estética por encima de la ética.
¿? No me interesa entrar en este debate. Hay un debate y a mí me aburre.

De las drogas ¿qué has aprendido?

De las drogas. Uy, qué peligroso… forman parte de una época de la vida. A veces las épocas se alargan, el sentido se distorsiona… y pierden su gracia. Yo ya no se la encuentro…

¿De qué te arrepientes?

Podría haber hecho cosas distintas, pero de todo lo que he hecho he aprendido.

¿Has hecho más daño del que te han hecho a ti?
He hecho bastante daño.

¿Eres culpable?
Sí. Soy culpable de una forma bastante inhumana.

¿Amoral?
Sí. Sí. Completamente. Pese a que a veces te sale una vena moral que te sorprende, de vez en cuando.

¿Visceral?
Sí. Claro. Y muy primario. Hombre, son cosas que con el tiempo voy puliendo. Pero sí.

¿Psicoanálisis?

Sí, claro.

¿Y la violencia?

El rollo es saber canalizar la violencia. Puede ser una fuente de fortaleza brutal.

Ya, pero alguna cara has partido.
Sí.

Como público y como dj.
Sí. Sí. De eso sí que me arrepiento y me avergüenzo. Pero hay locales en Barcelona, que no mencionaré, que realmente te lo ponen difícil.

Y seguratas…
Y seguratas… No sé, tengo una cierta atracción para la gente violenta, como un imán.

¿Destructor, destructivo?

Involuntariamente. Hoy en día la violencia me interesa como fuerza creativa, no para hacer daño a los demás. He hecho sesiones estando violentísimo.

¿Por qué?
Inseguridades. Todavía tengo miedo escénico. Según qué locales todavía me dan pavor. Hay que adoptar una actitud protectora con uno mismo. Pero es una postura, al fin y al cabo.

O sea, que no existen las malas personas; existen las personas débiles.

Hombre pues no estoy tan metido en el tema, pero sí. Si lo analizas, el que tiene un problema es el que se pone violento. Claro, ése.

Y Barcelona. Aquella que rajaste en el 93…
Estancada.




“Science Fiction Sessions” está editado por Satélite K.
texto .Héctor Castells
fotografía .Leila Méndez
abril 2001



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